miércoles, 26 de mayo de 2010

El forraje de Farina





En este caso, el blog va a tener bastante de autorreferencia. Ocurre que contaremos la historia del forraje que perteneció a la familia Farina, fundado por el bisabuelo de uno de los autores de este blog.

En efecto, Don Pietro – luego Pedro – Farina, un inmigrante italiano que llegó a esta ciudad allá por 1890, cuando la misma distaba mucho de serlo, fundó en 1907 un forraje que funcionó en el lugar hasta el año 2008: más de un siglo de existencia en el mismo sitio y dedicado al mismo rubro. No conocemos otros casos similares en Monte Grande. El forraje estuvo siempre en la calle Rojas (antes Carlos Casares) número 187. Tenía también una entrada por Dorrego.

En 1936, cuando el viejo Pietro – con 74 años – luego de un ardua vida de trabajo, se sintió cansado, dejó el negocio a dos de sus hijos varones: Juan y Florencio. Nadie hubiera siquiera insinuado poner a una mujer al frente de una explotación comercial y por eso María, Angela e Isolina, hermanas de los nombrados, quedaron al margen del asunto. El otro hermano, Luis, era entonces uno de los constructores más conocidos de la ciudad y siguió dedicado a lo suyo.

En 1949, a poco de morir – joven aún – Don Juan Farina, el comercio fue transferido a la familia Derbenti. Por la confianza que merecidamente les inspiraba y la buena relación que tenían, Don Florencio siguió trabajando con los nuevos dueños casi hasta su fallecimiento, ocurrido a avanzada edad.

En los últimos tiempos, el forraje ubicado en pleno centro era, por supuesto, un anacronismo, una señal de tiempos que no volverán.

Los Derbenti vendieron el inmueble en 2008 y, a la fecha de escribir estas líneas, acaba de abrir en el lugar un supermercado.

Se ve una imagen de 1942, con Juan y Florencio en la puerta, un retrato de Don Pietro en su madurez, junto a su esposa y dos fotos tomadas en 2008, cuando el forraje acababa de cerrar sus puertas.

miércoles, 19 de mayo de 2010

El Jornada




Los autores de este blog no hemos sido, jamás, socios del Club Jornada. Sin embargo, nos provoca una cosa nostalgiosa el evocarlo: hay como un hueco ante su ausencia.
Fue fundado el 1 de Septiembre de 1931 y su sede estuvo en Alem al trescientos durante muchos años, hasta la década del ochenta. Tenía buffet, metegol, ping pong, cancha de basquet y en los años sesenta bailes de disfraces infantiles, para carnaval.
Era un club de barrio ubicado en el centro de Monte Grande; bastaba darse una vuelta para encontrar algún amigo y compartir un rato. Todos los clubes de entonces tenían esa característica: no se reservaba cancha ni se planeaba demasiado.
Las fotos muestran un momento de los bailes infantiles, un partido de basquet y el hueco que quedó - esta vez en sentido literal - cuando el club fue demolido. No dejan de impresionar los tableros de la cancha de basquet, con sus aros, emergiendo entre la maleza.
Hoy, en el lugar donde estuvo el Club Jornada, se yergue el pintoresco Paseo Alem.
(Gracias Orlando Stella, Sr.Presa y Oscar Frati por las fotos.)

miércoles, 12 de mayo de 2010

La Zaida




La Zaida, ubicada en la esquina Sur de Dardo Rocha y Dorrego es uno de las construcciones más representativas de Monte Grande.

Esta mansión de estilo Tudor, en cuya construcción intervino nada menos que al arquitecto Bustillo (el mismo del Hotel Llao Llao o la casa central del Banco Nación) fue erguida en 1934. Sin embargo, la quinta La Zaida existe desde mucho antes: fue fundada en 1903 por Don Manuel Cichero, vecino precursor de nuestra ciudad. Apenas si había en el lugar un modesto chalet de veraneo.

Allí vivió Aníbal Cichero Pitré, hijo del fundador y autor del libro “Monte Grande en mis recuerdos y vivencias” que tantas veces hemos leído los autores de este blog.

Allá por los noventa, el cerco que daba a la calle Dorrego fue sustituido por unos locales comerciales que, suponemos, permitieron a los dueños de entonces obtener un ingreso extra con el alquiler de los mismos.

La antigua dama comenzó a evidenciar muestras de deterioro, aunque nunca perdió su hermosura y su majestuosidad. La familia Cichero vendió la casa en el año 2008.

Como todo montegrandense debe saber, el 27 de abril de 2010 comenzó a funcionar en el lugar el restaurante “La Quintana.”

Y aunque nos duela un poco ver que se ha convertido en un emprendimiento comercial, celebramos que – a diferencia de tantas otras casas de nuestro ayer – ésta haya eludido al fantasma de la demolición.

Puede observarse el aspecto de la primitiva Zaida, antes de la intervención de Bustillo. También se advierte una imagen captada en el año 2002, otra que muestra los referidos locales durante la nevada del 9 de Julio de 2007 y dos fotos muy recientes de su interior, publicadas por Urbano Echeverría ( http://www.urbano-echeverria.com.ar ) en una nota que alude a la inauguración de La Quintana.

lunes, 3 de mayo de 2010

Minino





Minino a secas, porque no hace falta aclarar que se está aludiendo a Abel Rogelio Giuliani.

Monte Grande, pese a haber multiplicado vertiginosamente su población en las últimas décadas, conserva ese encantador rasgo pueblerino que permite identificar a ciertas personas tan solo por el nombre de pila o, como en este caso, por su apelativo.

Es así que nada hace falta agregar cuando se nombra a Isolina, a Teresita para los más viejos y a Minino.

Minino nació un 2 de octubre de 1947 y fue Jefe de Bomberos de Esteban Echeverría desde principios de los setenta, cuando tenía poco más de veinte años, hasta su fallecimiento ocurrido el viernes 30 de abril de 2010, a la edad de 62 años. Obtuvo el cargo más alto del escalafón argentino: Comandante General.

Fue Concejal desde 1993 a 2001 y, también desde el 2009 hasta su muerte.

Pero no son principalmente estos datos los que elevaron a Giuliani a la categoría de personaje local. Lo de personaje está dicho sin ningún sentido peyorativo - tal como a veces se usa el término - sino en sentido absolutamente opuesto y elogioso: personaje es aquel que, por sus méritos, se destaca claramente del resto.

Lo que destacó a Minino fue su trato amable y, sobre todo, su sentido de la solidaridad: el puesto de Jefe de Bomberos Voluntarios, con lo que tal tarea significa y simboliza, no pudo tener durante cuatro décadas mejor ocupante.

Y no solamente como Bombero él ayudaba a la gente. Si necesitabas averiguar algo en la Municipalidad, donde él – como en todas partes – tenía gente que lo conocía y lo apreciaba, ibas de parte de Minino y seguramente tus inquietudes eran recibidas y consideradas; lo mismo ocurría en cualquier otro lugar adonde él te recomendara.

Y, como verdadera persona solidaria, no pedía nada a cambio.

Somos muchos los que debemos favores a Minino y él, por supuesto, nunca esperó recompensa.

Vayan estas líneas como una paga módica y tardía.

(Gracias Comandante Cassinelli y Dr. Giuliani por los datos) (Fotografías tomadas de Urbano Echeverría, La Voz del Pueblo y por Chanchi Sánchez)